
Sofía González es la capitana de
la selección nacional, busca derribar los prejuicios sobre este juego y que más
chicas se animen a los drops y tackles.
Sofía González está más que
acostumbrada a este tipo de preguntas y sorpresas. A los 12 años -tiene 24- se
animó a entrenar en una cancha con una “H” gigante en cada extremo, desde los
18 integra la selección nacional -hace dos es capitana- y cada vez que le
cuenta a un nuevo interlocutor sobre su experiencia con los drops, tries o
scrums la reacción es casi idéntica.
“Si soy mujer y juego al rugby,
¿cómo se les ocurre pensar que no existe una categoría para nosotras? Otras
veces suponen que me dedico al hockey, como si fuese el deporte obligatorio
para las chicas”, cuenta en la charla con Entremujeres, en un intervalo entre
sus horas de estudio, entrenamiento, giras, viajes y concentraciones.
“Antes me enojaban muchísimo
estos comentarios. Ahora me río. A mis compañeras les pasa lo mismo. Lo más
insólito es que nos han planteado este tipo de dudas en aeropuertos o viajes,
cuando estamos vestidas con el equipo oficial de la Unión de Rugby”, dice.
Apasionada por los deportes en
conjunto, su llegada a la pelota ovalada fue casi por casualidad. Una amiga y
su mamá jugaban en Gimnasia y Esgrima de Ituzaingó (GEI), uno de los primeros
en armar un equipo femenino, la invitaron a ver un partido y, en el tercer
tiempo, a sumarse a una práctica.
Se entusiasmó enseguida. Aunque
prefirió no anunciar en su casa su incursión. “No se lo conté a mis papás.
Pensaba que me no dejarían ir, que iban a decir que era demasiado peligroso
para una mujer”, cuenta. Además, su familia era totalmente ajena al mundo del
rugby.
El secreto duró muy poco. Al mes
siguiente se lastimó una rodilla y tuvo que blanquear qué le había ocurrido.
Contra sus pronósticos, no tuvo demasiada oposición. “Mi mamá solo me dijo que
me cuidara de los golpes”.
Ya comprometida con los valores
del deporte -en especial, el compañerismo-, decidió abandonar el equipo de
vóley que hasta entonces integraba y enfocarse en descifrar los pases con la
pelota hacia atrás. "Mis compañeras de ese momento me dijeron que me iba a
convertir en una marimacho, que iba a dejar que me golpearan, que me
lastimaría".
Sobre esos augurios, cuenta que
su lesión más importante fue una fractura de muñeca. "Lo mismo le pasó a
mi hermana andando en rollers", dice divertida. "El rugby no tiene
que ver con la violencia. No sé por qué lo consideran así. Hay muchos deportes
que pueden ser bruscos y que sus categorías femeninas están instaladas. La
desventaja para las mujeres es que empezamos en esto más tarde que los hombres.
Entonces, tenemos menos técnica”.
También refuta el mensaje sobre
la sexualidad de las jugadoras. "¿Si jugás al rugby sos torta? o ¿si sos
torta, jugás al rugby? Por estas ideas, algunas compañeras reciben mucha
agresión en sus redes sociales”.
Sin importarle estos comentarios,
su pasión siguió en curso. Unos años después parte del grupo de GEI -entre
ellas, la amiga que la llevó al primer partido y su mamá- se integró a Sociedad
Italiana de Tiro al Segno (SITAS), el club de sus amores y donde todavía juega.
Luego, ni bien cumplió 18, la edad reglamentaria, fue convocada para la
selección nacional. “Antes, iba a los entrenamientos o jugaba partidos
amistosos. Pero era muy chica”.
En cuanto a su recorrido con la
selección, las participaciones en torneos panamericanos o en clasificaciones
para el circuito mundial –con un certamen anual que se realiza en Hong Kong-
forman parte de sus orgullos.
Sofía, además, cursa el
profesorado de educación física, vive en el Cenard y los pocos momentos libres
que le quedan busca pasarlos con su familia y su novio.
Scrum de chicas
Sobre el avance de las mujeres en
el rugby, para Sofía, los logros son todavía incipientes. “Nuestra presencia es
muy nueva. Por ejemplo, nos cuesta conseguir entrenadores. Los que aceptan
ponen lo mejor de sí, pero no tienen una capacitación específica para
enseñarnos a nosotras”, resume.
Y, aunque hoy hay alrededor de
5.500 mujeres federadas en la Unión Argentina de Rugby y un circuito femenino
en Buenos Aires de entre 18 y 20 equipos inscriptos y muchos más en el
Interior, la inmensa mayoría de los clubes de primer nivel o más conocidos no
cuentan con su equipo femenino.
Sus planes para vencer estas
barreras van desde la implementación de una regla para que los clubes
tradicionales o de la categoría superior deban incluir un equipo de mujeres
hasta fomentar la apertura de escuelitas para chicas o que esta sea una opción
en los colegios primarios. “¿Por qué las mamás y papás llevan a los nenes a
jugar al rugby y a las nenas, a hockey? La inclusión de las mujeres en más
deportes nos sirve a todos, como sociedad, para ser más abiertos”, concluye.
Fuente: Clarín