En igual
dirección, el dólar blue cedió 13%, después de haber saltado más de 30% en los
primeros veinte días de octubre. De esta forma, ambas cotizaciones acumularon
un alza de 4% y 20% en el último mes y de más de 100% en lo que va del año,
mostrando importantes señales de tensión, puntualiza el último informe de la
consultora Ecolatina.
Aunque los
dólares paralelos no tienen un impacto significativo en la inflación, más allá
de algunos bienes puntuales que puedan importarse con dólares propios, sí
aumentan la percepción de que el tipo de cambio oficial está barato, invitando
a comprar divisas a quien puede hacerlo.
A la vez,
fomentan la subfacturación de exportaciones y la sobrefacturación de
importaciones, reduciendo la oferta neta de divisas en el mercado oficial. En
la misma línea, impulsan la compra de “dólar ahorro”, en la búsqueda por
arbitrar con los mercados paralelos y obtener rendimientos atractivos.
Resultado de
todas estas dinámicas, a mayor brecha, más difícil es frenar la sangría de
reservas y contener las presiones cambiarias. A la vez, más brecha es más
volatilidad e incertidumbre sobre el futuro de la economía y menos consumo e
inversión.
Por lo
tanto, será casi imposible reactivar la economía con una brecha de tres
dígitos, y será casi imposible bajar esta brecha sin pagar algún costo. Veamos
entonces cuáles son las opciones y qué salidas quedan.
Motivada por
la falta de confianza, en los últimos meses la demanda de dólares le ganó
ampliamente a la oferta en el mercado oficial. En respuesta, el Banco Central
sacrificó más de US$ 1.600 millones de reservas para contener a la divisa en
septiembre -de los cuales US$ 600 millones fueron en la segunda mitad, luego
del endurecimiento de cepo- y más de US$ 900 millones en octubre. Como
resultado, las reservas de libre disponibilidad perforaron US$ 5.400 millones
en la última semana, alcanzando un mínimo desde comienzos de 2016.
Para peor,
descontando los US$ 4.000 millones de oro y los US$ 2.400 millones de derechos
especiales de giro, encajados en el FMI, las preocupaciones se vuelven todavía
más urgentes, obligando a la autoridad monetaria a usar otras fuentes.
Por lo
tanto, y en primer lugar, no es descabellado pensar en una devaluación del tipo
de cambio oficial en los próximos meses. Es cierto que un salto del dólar
oficial aceleraría la inflación y profundizaría todos los problemas que
arrastra nuestra alicaída economía, a la par que demoraría la incipiente
recuperación de la actividad luego del deterioro histórico que provocó la
pandemia y la cuarentena.
Sin embargo,
no es menos cierto que las reservas de libre disponibilidad están en mínimos
desde 2016 y que, si no aparece una fuente adicional de dólares para “quemar”
en el mercado o la demanda de divisas no se relaja rápidamente -dos cosas que
parecen poco probables-, un salto del tipo de cambio será inevitable.
Punto de equilibrio incierto
El problema
es que la devaluación no solo agravaría los problemas preexistentes, sino que,
además, no garantiza frenar la corrida. En un contexto de reservas tan bajas,
el punto de equilibrio entre la oferta y la demanda de dólares es incierto, aun
cuando el ajuste por precios sea significativo y no haya razones “reales” para
seguir devaluando.
Por lo
tanto, una corrección del dólar oficial sin un plan que genere confianza es más
parte del problema que de la solución. No obstante, si nada cambia es un
desenlace que se terminará imponiendo, casi de manera inexorable.
Otra opción
sería un nuevo endurecimiento del cepo, en la búsqueda por achicar todavía más
la demanda de dólares en el mercado oficial. Los resultados registrados desde
el último refuerzo del control de cambios fueron bastante negativos: la brecha
saltó y la sangría de reservas se atenuó en el margen.
A la vez,
seguir fortaleciendo las restricciones trabaría todavía más el normal
funcionamiento de la actividad productiva, minando el consumo y la inversión.
Por último, y no menor, si no hubiera cambios de fondo, es probable que la
misma situación se repita dentro de un par de meses.
En
consecuencia, una devaluación agravaría los problemas, pero extremar el cepo
también: un círculo vicioso, del cual parece imposible salir por arriba a esta
altura. Alcanzado este punto, vale remarcar algunos cambios recientes. Por un
lado, las licitaciones en pesos del Tesoro en donde se ofrecieron instrumentos
dollar linked y ajustados por inflación -CER-, más la devolución de adelantos
transitorios por casi $ 100.000 millones, reducen parte de la liquidez de la
plaza. Sin embargo, considerando que la autoridad monetaria le giró más de $
1.600.000 millones al Palacio de Hacienda en lo que va de año, este cambio no
alcanza.
La exitosa
subasta de instrumentos atados a la cotización del dólar oficial busca hacer
del defecto virtud. Las colocaciones de títulos dollar linked casi duplicaron a
la de los que ajustan por inflación, señalando que el mercado no espera un
desdoblamiento cambiario -que abarque alguna operación comercial- ni que una
parte significativa de las importaciones de bienes se realicen con dólares
propios, es decir, que el tipo de cambio paralelo determine costos de
reposición.
En
cualquiera de estos casos, la inflación se aceleraría, pero el tipo de cambio
oficial no aumentaría. En cambio, el buen resultado marca que una parte
importante del mercado aguarda un movimiento del dólar oficial.
Por otro
lado, los recientes y sucesivos aumentos de la tasa de pases pasivos del Banco
Central intentan apuntalar las colocaciones en pesos de las entidades
financieras y que una parte de esta mejora se traslade al rendimiento de los
plazos fijos, algo que todavía no se observó.
Aunque esta decisión
llega tarde y en dosis muy acotadas, al menos va en la dirección correcta.
Dicho esto, nunca es recomendable hacer ajustes poco relevantes, pero muy
frecuentes, porque se genera una expectativa de suba en el mercado y se
posponen muchas operaciones; por lo tanto, suele ser más recomendable endurecer
la política monetaria de una sola vez en el momento de mayor impacto.
El mercado
cambiario se encuentra en el filo de la navaja: si la demanda de divisas no
cede en el corto plazo, un salto del dólar podría ser tan costoso como
inevitable. Luego de la reestructuración de la deuda, el gobierno sacrificó
demasiadas reservas en un contexto de elevada liquidez, apostando a una mejora
de la confianza casi “mágica”, que lamentablemente no llegó.
En octubre, licitaciones
del Tesoro y aumento de la tasa de interés de pases mediante, se adoptaron
algunas medidas que buscaban achicar el exceso de oferta de pesos actual. Sin
embargo, estos cambios llegaron tarde y en magnitudes acotadas.
Fuente: https://mercado.com.ar/economia-y-politica/sin-razones-para-devaluar-pero-tampoco-hay-reservas/